Indhira Suero
La Vega
Del niño que, debajo de la mesa del comedor de su casa, moldeaba figuritas de barro, todavía queda mucho. De ese “Cayoya” que soñaba con representar con su visión la realidad, permanecen la sonrisa y las ganas de crear.
Hoy día, conocido por las caretas que ha hecho para cientos de ‘diablos cojuelos’, Carlos Francisco Marte se ha convertido en un ejemplo a seguir y quien, además de ‘Rey del carnaval vegano (2002)’, lleva en su currículo las profesiones de contable y abogado.
“Lo primero que desarrollé fue el amor hacia la escultura. Recuerdo que, cuando niño, las calles de mi barrio no tenían pavimento y abundaba el barro, yo salía a recogerlo y me ponía debajo del comedor de la casa a hacer figuritas. En la escuela, en lugar de escribir, en mi cuaderno lo que hacía eran muchos dibujos, eso me causó problemas con mi mamá porque el que tenía era el único que me podía comprar”, recuerda ‘Cayoya’.
Al hablar de “crear”, se define a un ser humano que, más allá de los logros obtenidos durante su vida, ha sabido llevarla con honestidad y perseverancia.
“Una vecina me decía que me fuera a Bellas Artes y cuando adolescente fui a ver que se hacía ahí, todavía no había cumplido los 15 años, aunque la inscripción era después de los 16. Entonces me dejaron como oyente. En el 1971 me admitieron como alumno”, dice.
Su juventud hacía que ante los ojos de los demás pareciera sin experiencia, pero desde entonces ‘Cayoya’ demostraba que las personas como él poseen mucho más valor que lo que aparentan: “En ese transcurso de tiempo fue al curso un diablo llamado Rafael Tobías con un pegote de barro para que le hicieran un molde de careta y mi profesor le dijo que no se podía, que llamara al director.
Yo le pedí al profesor que me permitiera hacerlo y me dijo que cómo yo que acababa de llegar iba a hacer ese trabajo. Le dije que yo sabía de eso y me dieron la oportunidad. Demostré lo que podía hacer a alumnos que estaban casi de post grado y eso les sorprendió”.
¡Por ahí viene el diablo!
El sobrenombre de Carlos Marte, anunciaba que de alguna manera u otra su vida sería especial. La tartamudez lo llevó a utilizar ‘Cayoya’ para hacerse identificar por la gente.
“Por un tiempo el nombre se perdió porque mi madrina no lo aceptaba: cuando empecé a tener desarrollo con la pintura encontraba que mi nombre era muy largo para firmar y empecé a firmar Cayoya. Por eso supe que tenía caretas en el Louvre. Un médico, que estaba en Francia, me llamó un día y me dijo que en el departamento de arte popular tenían una exhibición con una careta mía; el vio al firma que decía Cayoya”, asegura.
Su pasión por las caretas, empezó como un intento de salir de la rutina: “Con mi primo nos pusimos a hacer comparsas. Como no podíamos comprar una porque eran costosas, los muchachos me incitaron a hacer las caretas porque era el único con aptitudes del arte”.
Este hombre admira la capacidad y la preocupación al enseñar, por lo que recuerda a quienes contribuyeron a su formación, los profesores Elías Delgado, Mario Lockward y Carlos Francisco Lora.
“Tengo muy buenas enciclopedias de arte y cuando lees consejos de la formación de Miguel Ángel, Da Vinci y Van Gogh que indicaban que para aprender lo que hacían era dibujar y practicar, vas de robo”, asegura.
La otra cara
La vida llevó a que este artista estudiara las carreras de contabilidad y derecho. Sobre la primera asegura que la necesidad de ganarse el pan hizo que la ejerciera.
“Yo dominaba bastante los números, el primer dinero que me gané fue dando clases de matemática y al que quemaba la materia se la preparaba en las vacaciones”, recuerda.
Desde joven la vida no fue fácil. Su padre murió en el 1965 y su madre lavaba a mano por paga; al momento de ir a la universidad “Cayoya” no pudo estudiar lo que quería: arquitectura.
“Un tío me dijo que él me iba a ayudar con mis estudios, que lo llamara, pero a mí no me gusta que me den, no me sentía cómodo.
Por eso le dije que lo que me fuera a dar lo pusiera a producir. Le dije que quería aprender mecánica dental y gracias a eso me pagaban semanal cinco pesos. Así pagué la universidad, aunque siempre tenía un 10 por ciento de recargo”, expresa.
A pesar de ser graduado en contabilidad, “Cayoya” no la ejerció durante mucho tiempo, debido a que las trampas y robos a los que era sometido le desencantaron de la profesión.
Luego de esto, en el 2007 se graduó en Derecho en la Unviresidad Católica Tecnólógica del Cibao (UCATECI) .La desición de adentrarse en el mundo de las leyes la tomó luego de que en un trabajo otro de los empleados le robara un cuadro que “Cayoya” había pintado.
“Ahora me ven de otra forma, le tienen miedo al abogado y eso me ha ayudado a sobrevivir en un mundo que no es fácil”, afirma este hombre que solo ha conocido el trabajo duro y la honestidad ante todos los obstáculos.
Hoy día, con la satisfacción de la labor cumplida, piensa en jubilarse como maestro para dedicarse por completo al arte y a las leyes. Sin titubeos parece recordar su pasado y con voz firme termina la entrevista con la siguientefrase: “Nunca dejaré de ser artista”.
EL CONTABLE QUE DECIDIÓ ENTREGARSE AL ARTE
Una vida de logros A través de su carrera como artesano, pintor y escultor, “Cayoya” ha recibido múltiples reconocimientos, tanto en el país como en el exterior.
Entre ellos el primer premio en el Concurso de caretas de la Unión Carnavalesca Vegana (UCAVE) 1992; Propulsor del carnaval, Ayuntamiento de La Vega y UCAVE 1994 y Rey del Carnaval vegano, 2002.
Sus caretas han sido exhibidas en el Museo del Hombre Dominicano; la Secretaría de Estado de Educación; el Departamento de Antropología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD); Museo Nacional de la Habana; Museo de las Américas en Puerto Rico y en el Departamento de Arte Popular, en el Museo del Louvre, Francia.
REPORTAJE CORTESIA DEL
LISTIN DIARIO